En Carne de cañón, Manya Loría reúne dos obras que trazan radiografías grotescas y lúcidas de cómo sería un México postapocalíptico: funcionarios corruptos, burocracias que consumen almas y zombis que devoran cuerpos. Entre risas incómodas y destellos de ternura, los personajes se aferran a su humanidad para sobrevivir en un mundo que ya no ofrece salidas. Loría convierte la catástrofe en un espejo que nos enfrenta a lo que preferimos no ver: el hedor de la normalidad. Su escritura, feroz y desbordada, nos recuerda que a veces el horror más grande no es la muerte, sino la vida cotidiana.
Ricardo Ruiz Lezama
Carne de cañón son dos obras habitan una farsa apocalíptica: una pandemia se ha salido de control: verdades ocultas, situaciones al límite, zombies. El universo plantea la irremediable exposición —o sacrificio— de los más jodidos. La pluma fársica de Manya dibuja escenarios detallados que evidencian las locuras del sistema sin sentido, el cual ha creado zombies no solo con la propagación de virus sino del miedo y angustia colectiva, que quizá resulte peor. Sin duda estas obras reflejan aquel momento pandémico desde un humor peculiar y la farsa, pero también crítico y certero, donde quizá la realidad que vivimos en pandemia tenga más sentido entre zombies.
Teresa Díaz del Guante




