Con la publicación de Memoria en el asfalto, hay algo que se remueve para bien en las entrañas de esta ciudad tan grande. Tengo la dicha de poder trabajar con esta obra. Como actor, Memoria en el asfalto me encontró en un momento particular, tanto personal como profesionalmente. Recién había terminado mi ciclo en la Compañía Nacional de Teatro, cosa que me desequilibró; dudé de mi actoralidad y de mi quehacer en el teatro. Así, surgió la inquietud por ponerme a prueba, hacer algo que nunca me había atrevido a hacer: un unipersonal. Pregunté a dramaturgas y dramaturgos que conocía si tenían alguna obra para un solo actor, y el único en responder fue Aldo, quien generosamente me envió este texto.

Confieso que me tomó varias lecturas entender que Memoria en el asfalto duele subterráneamente, estruja la entraña e incomoda al corazón. Pero, cuando lo comprendí, mi búsqueda personal se convirtió en el motor de la búsqueda del propio personaje, aunque parecíamos tener dolores diferentes. Paradójicamente, eso me devolvió la confianza en mi actoralidad, en el teatro. Perderse o perder lo que uno ama es una tragedia que, en el mejor de los casos, nos invita a caminar para encontrar respuestas que ayuden a calmar el corazón. El viaje de la obra es mi viaje al centro de la ciudad, pero sobre todo del corazón.

Y sí, de alguna manera yo también había estado buscando este texto… aunque no lo sabía.

Carlos Ordóñez