Leer en silencio no existe. La lengua se ondula en movimientos mínimos para sentir. Boca, universo de goce, apenas perceptibles siseos.
Giovanna Enríquez se implica y es a través de un diálogo con el cuerpo, con el suyo, ella un todo se entreteje con el cuerpo nuestro, con el mío, conmigo por lo menos. Leerla es leer esa “casa […] el lugar al borde de la tierra”. El cuerpo, ella, yo, nosotras, mujeres protagonistas en movimiento bajo la conciencia del límite, también de sus posibilidades en expansión aunadas a objetos diversos, a un momento histórico: ni una menos. Transgresión. Continuum vibrátil… “donde todos los cuerpos mudan a cuerpas”.
La poeta juega con la puntuación, con los espacios, las vísceras, las vulvas y venas, con las membranas, con los rizos. A pesar de los obstáculos (sintetizados en el mundo entero), descubre caminos alternos con miras a experimentarnos de otras formas.
Bocatientas manifiesta la vida suturada a la piel con latido detonante de frente a la violencia provocando placeres disidentes. ¿Cuáles? Enúncielos quien pueda.
Memoria corporal, su extensión. “Eres de ti los objetos del mundo”. Cuerpo, sí, territorio político. La poeta traza fronteras múltiples. De pronto, una máquina irrumpe la corporeidad, se transforma en extensión. Cyborg… en el siglo XXI es propicio introyectar, por fin, el pensamiento de Donna Haraway.
No son imágenes, ni siquiera las impresas en blanco y negro, sino experiencias nervales para nosotras, ustedes, quienes leemos.

Valeria Matos