Existe un aspecto inseparable de la crónica como la entendemos y la degustamos hoy en día: la hibridez, su interrelación con otros géneros como el cuento, el ensayo o incluso la poesía. Y lo que más le agradecemos al cronista es que nos ofrezca su mirada, su punto de vista. Hay una honestidad en las crónicas de Julia Piastro que invitan a observar los entornos descritos con cierta desnudez, recapitulando la experiencia, pero de forma libre. Su herramienta es la voz coloquial e ingeniosa que concilia su historia personal con el entorno; Julia parte de la introspección y en sus disertaciones lo trivial se torna complejo: describe, advierte, reflexiona o simple- mente, retrata con precisión y fineza.
Este libro nos seduce para hacer un recorrido por esa sabiduría popular que ha quedado soterrada, la de los griots africanos, la de los músicos, aquella que intuyen los artistas experimentales en sus sesiones colaborativas o la de una sencilla caminante anonadada por lo que aprende mientras observa. Nos guían la nostalgia, la ironía y a veces el humor negro. La brevedad impera en estas crónicas que equilibran anécdotas con reflexiones sobre nuestro paso en el mundo y la manera en que todos, de alguna manera, sólo por estar aquí, pagamos un Derecho de piso, un sitio donde podemos ser y estar.

Alfredo Núñez Lanz